De cómo un día un camarero intentó enseñarme a comer…

Y no lo consiguió

De cómo un día un camarero intentó enseñarme a comer…

Y no lo consiguió

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Existe cierta tendencia a tomar el control del servicio por encima de los clientes para dar sensación de seguridad, solidez y conocimiento. Hay momentos en los que es necesario, pero el sentido común es la base y sobretodo, si se hace, debe ser con solidez.

A veces un camarero debe dar ciertas instrucciones al cliente. Si me traes una campana que tapa un humo, que tapa un algo comestible que debe comerse en cierto orden; agradezco que me ilustres.

En ciertas ocasiones, si la calidad del servicio se tambalea, tratar de tomar el control al detalle y en menudencias puede llegar a ofender. Os explico…

Hace unas semanas me invitaron a comer para celebrar un cumpleaños a un restaurante que me había dado disgustos anteriores. Yo, educada como la que más, acepté y fui sin reticencias.

Los segundos llegaron desacompasados (pasaos por este vídeo para saber cuánto me toca las narices el tema)… Primero llegaron dos y después los otros dos… No había excusa, se podían haber retenido los dos primeros (preparados con antelación y recalentados) a que saliera el arroz de los otros dos comensales (una era yo, para que entendáis mi cabreo…)

Bien, vale, me aguanto, no seré yo la que agüe el cumpleaños a nadie. Eso sí, si el camarero pudo leer mi mente entiendo su reacción de después… ¿Fue karma telepático…?

Llegó la hora del café y habiéndome olvidado ya de los tempos anteriores se me ocurrió (¡Oh, hereje!) pedir el café a la vez que los postres de los otros comensales ya que yo no quería postre.

«No, los cafés luego». Es lo que me dijo el camarero… A mi no se me ocurriría decirle a un cliente nada tan tajante. Sobretodo después de haberle llevado los segundos a media mesa con 15 minutos de diferencia. No soy ni he sido camarera nunca, todo hay que decirlo… Y no es una pullita sala-cocina, si no una aclaración para que entendáis que sé que a veces alguno se merecerá una respuesta así.

No creo en la manida sentencia de «El cliente siempre tiene la razón». Hay clientes que se podrían quedar en su casa y todos tan tranquilos. Pero en esta ocasión, realmente no veo explicación lógica, más allá de la mala educación, a tal respuesta.

No hace mucho, en otro local, un camarero, muy simpático por cierto, también se pasó de controlador diciéndome cuántos minutos debía infusionar mi té. Se lo agradezco, pero es que el té venía en su bolsa y lo que él me dijo y lo que ponía en la bolsa no coincidía, era más del doble. Además me dio una tetera sucia (sí, sé que limpiar teteras es un lío… He vivido en Inglaterra). Por si fuera poco, trató de convencer a Juan que debía comerse el pedazo de tarta después de la lasaña… ¿Normal, no? Claro, si la lasaña no hubiera llegado 15 minutos más tarde que la tarta a la mesa (Fijaos que no estoy centrando la atención en que un camarero estaba tratando enseñar a comer a mi marido de más de 30 añitos…)

Una semana después, en un tercer restaurante, vi como una camarera no sabía explicar a un cliente que era un zumo «cold press» y contestaba con un: «Buff… Es algo… Más sano»

Bien, o mandamos órdenes claras, precisas y concretas, de qué es lo que estamos sirviendo para que así lo transmita el personal de sala o si damos información deshilvanada y escueta las cosas llegan como llegan a los clientes. Además del producto, tenemos que saber qué tipo de servicio ofrecemos y cómo queremos que sea la experiencia del cliente. Si los platos llegan como llegan, sin un orden tradicional, por ejemplo, porque es así como funciona tu local, advierte a los clientes.

Al primer restaurante no volveré, fue un problema de educación. En el segundo y en el tercero oyeron campanas pero no sabían de dónde venían, era un problema de formación.

Antes de que cualquiera arremeta contra los camareros, decir que si el trabajo sale como sale es porque alguien lo consiente y sé que los encargados o jefes de sala no tienen mil ojos, pero hay que asegurarse el servicio teniendo una base formativa muy sólida. La formación no es gratis, los profesionales tampoco. No nos quejemos de qué no alcanzamos si no ponemos los medios.

Es más fácil y más sincero servir un té sin dar minutos de infusionado que darlos mal.

Es mejor servir un zumo desviando una pregunta para la que no tienes respuesta diciendo que está muy bueno, que se vende fenomenal o pedir ayuda a otro camarero que contestar «Buff…»

Sentido común, educación y formación. Se dice fácil pero no es tan sencillo.